En lo alto de un promontorio rocoso, entre vertiginosos acantilados y partida en dos por el río Sarine se encuentra esta pequeña urbe, mitad alemana y mitad francófona. Conserva más de 200 fachadas góticas, tiene una quincena de puentes que la cruzan y conserva un añejo funicular que data de 1899. Desde los alojamientos en Friburgo el viajero tendrá la oportunidad de adentrarse en la que fue una de las ciudades más grandes de Europa durante el Medievo.
El piso está perfectamente equipado, igual que en la fotos, las vistas son una maravilla la anfitriona lo explicó todo perfectamente! Lo único que echamos de menos fue el wifi, para organizar viaje.