Algodonales, como el resto de pueblos blancos de la sierra de Cádiz, presume de tener una arquitectura heredada de los ocho siglos de ocupación árabe en la península, con estrechas calles y casas de paredes encaladas y de dos plantas. Sus patios están llenos de flores, sobre todo en primavera, cuando el color de los geranios produce una explosión de colores y olores. En su interior no falta una buena chimenea, que en invierno es indispensable para poner un broche de oro a días inolvidables de senderismo por las diferentes rutas que puedes recorrer desde el pueblo.
Nos ha encantado nuestra estancia, fuimos a desconectar y la verdad que nos llevamos una increíble experiencia rodeados de un paisaje increíble en una casa que nos gustó mucho. Deseando repetir